Singladuras y gaviotas

Ermitaño sin sentido
ni fe que le aporte
la luz del faro que le guíe
a través del océano.

Pantoque sumergido,
iridiscentes mejillones
enganchados al casco.
Lapas con años.
Derrota al norte y
este que amanece
una vez más, ...otra,
negándole de nuevo el
averno tan esperado.

Gárgolas de catedral
otean desde las alturas a
transeuntes despistados,
admirados por las altas
murallas que protegen
incansablemente calles
sombrías esparcidas
a los pies del templo.

La sobremesana y el velacho
acogen a las gaviotas que
siguen al bergantín
volando y esperando
otra tanda de desperdicios
lanzados por la borda:
vísceras de pescado.

Inapetencia y desidia,
enfrentando un día más,
roto desde su alba,
oraciones al diablo que
nunca dieron fruto.

Ruína y espanto:
otro día más sin verte.
tantos son ya...
Antesalas de la muerte
siempre esquiva,
y burlona, que busca
entretenerse con el pirata,
nuevamente, como un gato
trastea con un ratón.

Rostros semiocultos
entre cortinajes,
oscuras ventanas
tras las que doncellas
rehuyen las miradas
aviesas, asesinas,
sedientas de sangre
con la que saciar la sed
ociosa de los corsarios
sicilianos.
Aburridos de tanta
singladura solitaria
y sin sentido.

Añoranza del saqueo
nocturno a las villas
o puertos ingleses,
en los que emborracharse
sobre una mesa quieta.
Cartas de la baraja
resbalan sobre la humedad
inevitable: ron y lágrimas,
bien ocultas las últimas,
entre cantos y gritos.

Nunca un pirata borracho
consiguió mujer, sirena,
odalisca ni camarera.
Nunca el corsario ébrio
tuvo entre sus brazos
idilios gratuítos.
Nunca el bucanero bebido
tocó dulcemente
a una hembra que le soñara
desde isla Silencio.

Estrellas fugaces cuyas
líneas jamás indican norte
una vez se disuelven,
zascandiles, en el cielo.

KakTuS